ANOCHE SOÑÉ QUE MIRABA
Por El Sastre
M. nos envía un sueño. Ese que solo podría fotografiar Robert Doisneau.
Una mirada oblicua, el sol, una sonrisa, unas piernas, una broma, un niño, Jacques Tati, la lluvia. Un beso. Robert Doisneau. Anoche, cuando las avenidas crujían como los muelles de un viejo colchón, soñé que miraba como Doisneau. Una mirada limpia y suave que recorría los adoquines mojados de las callejuelas de París con la curiosidad al galope. Las 70 imágenes de la muestra “Robert Doisneau, Pescador de Imágenes”, del Espacio para el Arte de Cajamadrid, en Zaragoza, no son harapos sucios, porque hasta la mugre se tizna de esperanza ante los ojos de este viejo tipógrafo reconvertido en fotógrafo y fabulador urbano. Sus bellezas tomando un baño de sol, sus niños aturdidos por la ensoñación del recreo, los esforzados operarios agarrando de los pechos una Venus de bronce que se resiste a andar, la cadencia de sus claroscuros, los dedos de Picasso, su nostalgia y su tristeza. Las imágenes de Doisneau son un tiovivo bajo la lluvia, un carrusel de soledad desde el que se observa el deambular extraordinario del pálpito de la ciudad. Su mirada sugiere un ejercicio sutil ante lo cotidiano, un recorrido por el alma popular, por el instante desapercibido, frente a la arrogancia de la impostura. Retrata a los ricos, a los pobres, a Simone de Beauvoir y al vendedor de fruta, siempre socarrón con su cigarrillo sobado en los labios que parece intuir que, a su espalda, dos amantes se besan, quizá en dirección a un callejón oscuro en el que llevarán a las manos el nervio de su pasión. Así es Doisneau, cazador de emociones en un mundo vulgar y desgraciado del que consigue destilar ironía y literatura. Por eso anoche soñé que miraba como Doisneau. Y cerré los ojos.
La exposición “Robert Doisneau, pescador de imágenes” se abrió al público el pasado 8 de junio en el Espacio para el Arte de Cajamadrid, en Zaragoza. Se puede visitar hasta el 27 de julio. Sobre estas líneas, "El beso de l’Hotel de Ville".
Mira...