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La caja de los hilos

DE VUELTA CON EL CUADERNO

 

 

Por Alicia Lázuli

 

El Sastre me ha dicho que mis crónicas son un disparate, que la gente quiere actualidad, que a nadie le interesa lo que ocurrió hace ya dos semanas y en Jaca. Pero yo soy lenta. Y además, con suerte, tendrá que pasar un año hasta que algo parecido vuelva a suceder, así que aquí estoy, de vuelta con el cuaderno, demasiado pronto.

 

   Me enteré porque Damián envió un correo recomendando un curso que ofrecía la Universidad de Zaragoza y me pareció buena idea poner fin al verano con un ejercicio literario. Aunque salí de la Residencia Universitaria con tiempo más que suficiente, llegué al Palacio de Congresos –por esa extraña relación que a menudo mantengo con el espacio- cuando ya la directora del Curso, Clara Marta (una loca de los cuadernos que da clases en la Escuela Superior de diseño en Zaragoza) había comenzado la presentación. Me violentó mucho comprobar que todo el mundo se dedicaba a hacer dibujitos mientras ella hablaba y pensé que por muy aburridas que fueran sus palabras no estaba justificada esa generalizada falta de respeto. Cuando Eduardo Salavisa comenzó su conferencia en portugués –apoyado por Marguerida, una mujer fantástica que intervenía cuando había alguna dificultad con el idioma- yo ya intuía que algo no estaba claro. Cuando Antonia Santolaya acabó su discurso ya estaba cautivada y era evidente que una vez más me había equivocado, que aquellas no eran unas jornadas literarias y que estaba rodeada de más de sesenta chalados que no habían ido a Jaca para escribir relatos, sino para dibujar la realidad en sus cuadernos de viaje.

 

   Los talleres programados para la tarde no iban, por tanto, a consistir en escribir historias a base de figuras retóricas sino en pasear por la ciudad capitaneados por dos de los conferenciantes, dibujando esquinas, edificios, personas o avenidas en la libreta numerada que Choni, una artista de la encuadernación, había construido para cada uno de los participantes. Yo estaba aterrorizada porque lo más aproximado a un dibujo que había hecho en mi vida eran los garabatos en la arena con mi hermano Fede cuando íbamos de vacaciones a Torredembarra. Tuve que echar mano del truco de la cerveza para quitarme de encima la vergüenza. A la tercera caña dibujaba con toda naturalidad al camarero que, al sentirse observado, comenzó a medir sus movimientos como si yo tuviese realmente el poder de inmortalizarlo en el papel y quisiera mostrar su mejor pose. Fue muy emocionante.

 

 

 

   Los dos días siguientes actuaron el resto de los artistas invitados: Simonetta Capecchi, Lapin, Enrique Flores y Gabriel Campanario. Impresionantes todos.

 

   Me fascinaron los cuadernos que Severino Pallaruelo confecciona con los bolsos destrozados de su esposa. Celebré el error que me había llevado a estas jornadas, aunque me sintiera como el patito feo porque no sólo los conferenciantes eran buenos, también los matriculados en el curso dibujaban de muerte.

   

   Y si las conferencias y talleres resultaron apasionantes, las noches fueron el broche mágico. Nos reuníamos acabada la cena –que parecía una concentración de psicópatas del lápiz y de la acuarela- en la terraza interior de un bar que hizo de sede tanto como el Palacio de Congresos. Recuerdo a una chavalita rubia con cara de no haber roto un plato en su vida que nos tumbó a todos ya la primera noche. No hay que fiarse nunca de las caritas de ángel. Al trío de murcianos, a Agnes y J., a Beatriz, a Helena la preñada y a la otra loca que se colgaba los cuadernos de la oreja. Recuerdo a Javier de Almería, al de Logroño -que el primer día ya se había ventilado la libreta-, a Edurne la arquitecta, a Encarnación. Recuerdo a Carolina y a su novio, a Toño el largo (y digo largo no sólo por su ingenio, que le quedaban cortas de manga las camisas), al de Alcañiz, a Jonathan, a su joven amigo, a Lapinette… Recuerdo a tanta gente que no es posible dedicarles a todos una frase, porque me pasaría con mucho de los tres mil caracteres que acepta como máximo el Sastre.

   Después de esta experiencia inolvidable, tengo que escribir a mi tía Neus porque he decidido matricularme en la academia Cañada y voy a unirme al colectivo Urban Sketchers del que nos habló Campanario. En las próximas jornadas el patito feo se habrá convertido en el cisne de la acuarela, ya veréis…

Los apuntes del portugués Eduardo Salavisa, realizados durante el curso celebrado en Jaca, nos devuelven la naturalidad agreste y sin trucos de la ilustración auténtica.

A otra cosa...

The New Pornographers - The Bleeding Heart Show.mp3

The New Pornographers - Streets Of Fire.mp3

The New Pornographers - Twin Cinema.mp3

 

7 comentarios

Panix -

Gracias por la crónica frutal: fresca, sabrosa y nutritiva. He seguido el enlace a "devueltaconelcuaderno" y me han encantado esos cuadernos-pendiente. Hay un gato en mi jardín que dice llamarse Lapis. También hay un niño que me pregunta constantemente por donde se va al país de los cuadernos de maravillas. Le he dado la dirección web adjunta.

nascu -

las crónicas de la Lazuli molan , te hacen viajar y descubrir grandes artistas,y muy guapos, jejeje,en serio, que engancha, llevo ya como media hora viendo los links de los artistas que aparecen en la crónica y es un disfrute maña

Robin Hood -

Fabuloso, sensacional, preciosa.

Dibujicos bellos, bellos.

Y, ¡ay la Choni!, ¡qué artistaza con los papelicos!

Las crónicas de Alicia molan mazo. Ea!

Moni -

JAJAJAJAJAJAJA... quiero ir a la próxima...

rosapocha -

Seguro que Alicia transformó la libreta en blanco en el Cuaderno de las Maravillas

Clara -

¡Siempre tan fantástica!. Cuélgate un 10

enrique -

¡Qué peligro!