EN TU CUADERNO ME COLÉ
Por Alicia Lázuli
Querida tía Neus:
Estaba impaciente por hablar contigo. Menudo fin de semana. ¿Te acuerdas de aquel curso de Jaca que yo creía que era de cuentacuentos y resultó ser de dibujantes de cuadernos? ¿Te acuerdas de que me matriculé en la academia Cañada para no hacer el ridículo en el siguiente curso? Pues me ha vuelto a ocurrir. Como el año pasado el encuentro fue en Jaca, di por hecho que este también y me matriculé por internet. Imagínate mi sorpresa cuando, al llegar a Jaca con la mochila cargada de acuarelas, cuadernos, lápices de colores, pinturas de pastel y un montón de porsiacasos, descubro -ya sabes lo despistada que soy- que me había matriculado en un curso de cocina aragonesa. Pasé cuatro días en Jaca aprendiendo a hacer jarretes de ternasco, torrijas y melocotón con vino. El caso es que me quedé sin pasta –y no me refiero a ninguna receta de cocina- y no pude matricularme en el verdadero De vuelta con el cuaderno.
A veces me cuesta definir mi propio estado de ánimo y no puedo decirte, tía Neus, cuál acompañaba a la perplejidad, porque no se me ocurre nada más absurdo que asistir a un curso de cocina sin comerlo ni beberlo.
La cosa es que el viernes, al cruzar el Puente de Hierro para ir a casa, me encontré con que la ribera del río había sido tomada por un ejército armado de cuadernos y pinceles. Antes de que pudiera reaccionar, una chica con un bebé en brazos se acercó a mí diciendo: “Vaya, pero si es la despistada del año pasado, qué alegría. Dile hola, Noa”. Reconocí a Beatriz y, cuanto más me contaba del curso que se había inaugurado el jueves con Jorge Arranz –indiscutible rey del garabato capaz de llevarse al cuaderno en menos que canta un gallo los mismísimos Mallos de Riglos- y Marta Cárdenas -especialista en localizar zorros y todo tipo de bichos entre los bosques coloridos de una tela-, más me cabreaba el malentendido que me había llevado a Jaca. Por si fuera poco, habían acabado la jornada en El Plata, con lo que a mí me gustan las clases de anatomía. Y cuando me dijo que esa misma mañana habían intervenido Josemaría Sánchez – bucanero de ríos de acuarela y explorador de peligrosos territorios de papel, que compartió con generosidad los tesoros conquistados- e Isidro ferrer –prestidigitador, equilibrista, domador de cuadernos-fiera, hombre bala, ilusionista, hipnotizador y payaso- casi me muero de envidia. “Pues ven esta noche a la fiesta… no, tonta, que no te dé corte, que irá mucha gente… toma, que te anoto la dirección… que no, que seguro que a Helena no le importa…”
En fin, tía Neus, que peleando entre el corte que me daba llegar por el morro a una fiesta a la que no me habían invitado y las ganas de ver a los locos del cuaderno del año pasado, me vi de pronto en el ascensor y, casi antes de tocar el timbre, ya llevaba una cerveza en una mano y un trozo de empanada gallega en la otra. A los cinco minutos era una más en una fiesta llena de caras que yo jugaba a reconocer, aunque, ya me conoces, después de unos días de playa soy capaz de confundir a Zapatero con Obama. “¿No es aquel el asturiano de murcia? …ah, que no ha venido… ¿Qué tal por Almería, Javier?... uy, perdón, qué despiste… ¡TOÑO! ¡TOÑO el largo tropezando en el pasillo -con ese no hay equívoco- con los helicópteros!… ¿Y esa princesa libanesa?... ¡Pero si ese es Lapin cortando queso! ¡Y Lapinette! ¡Clara Marta, la jefa! ¡Edurne y Ana! ¡BLASMAN, el de Logroño! Le está diciendo a Agnes: -con la cara tan bonita que tienes, aún no te he dibujado. Agnes responde levantando la mano amenazante: -¿A QUE TE DOY UNA HOJA?... ”
Menos mal que me atreví a ir a la fiesta que, por cierto, era en casa una chiflada que –no te lo pierdas- acumula polvo porque dice que si el tiempo es oro y el polvo es una metáfora del transcurrir del tiempo, el polvo es oro. Mientras yo curaba la resaca, la mañana del sábado mostraba su trabajo Mónica Cid –la portuguesa que convierte en divino el cuerpo humano- y terminaban los talleres. Ya por la tarde, tía Neus, no lo pude evitar: ME COLÉ. Tenía tantas ganas de ver de cerca a Alfredo, el dibujante... No quería que nadie se enterase y quise ser discreta, pero casi me mato al bajar la escalera de la sala que, de verdad, tía Neus –esta vez no es que yo sea torpe- está llena de trampas. Y por si no había dado bastante el cante, cuando comenzaron a aparecer en la pantalla imágenes de Alfredo y él, con la voz, hacía dibujos en el aire, me empezaron –ya me conoces- a caer lagrimones y el chico que tenía a mi lado –que resultó ser Josu Maroto- tuvo que cerrar el cuaderno porque le fastidié la tinta de la página. Cómo me acordé de ti, tía Neus, porque tú fuiste la que me regaló ¿te acuerdas? para mi cumpleaños Seis barbas de besugo. En fin, que tuve que salir a respirar mientras los matriculados en el curso colgaban sus trabajos en el jol de la Escuela de Arte. Qué barbaridad, tía Neus, lo mismo les cabía en el cuaderno el Puente de Santiago que el de Piedra. Casi me alegré de haberme equivocado, porque ni con un año practicando en Cañada apruebo yo este curso. Me alegró mucho reconocer –y sin equivocarme- a Pedro Luis, a Rubén el dentista, que se escaqueó “a la francesa”, a Álex, la rubia carita de ángel, a Rodri, a Salas, a Carolina y a un montón de etcéteras.
La cosa no acabó ahí, tía Neus, porque como la noche anterior sobró por lo visto comida, me enteré de que la juerga continuaba en casa de la loca del polvoesoro. Además, había oído decir que andaría por allí mi favorito, Enrique Flores, así que ahí que me presenté con todo el morro. No te puedo decir, tía Neus, cuánta gente había, porque se agrupaban en diferentes esquinas de la casa, pero fui de sobresalto en sobresalto descubriendo de pronto que aquél de la camisa a cuadros que me había acercado el fuet era Luis Ruiz -ese arquitecto de Málaga que hace tiempo que me deja alucinada con sus dibujos en el blog de los urbanesquecherespáin-, o que los que me estaban pidiendo dos refrescos eran Beni y su marido, Josemaría Sánchez, o que el del vaso de vino era Jorge Arranz y las dos mujeres increíbles que contaban historias en la cocina eran Marisa y Mariaje, que habían venido con Alfredo y con él. A Antonia Santolaya la reconocí sin que nadie me dijera nada, porque el curso pasado ya me dejó prendada. Todo el mundo era amable, tía Neus: “Yosoyamparoytúcómotellamasmellamoalicialázuli”, “yosoycarmenaquestánbuenosloscanapéspuesyomellamoalicia”.
Ya no temo ser el patito feo, querida tía Neus, porque me he dado cuenta de que no es importante saber dibujar bien, que el cuaderno es sólo el pasaje para poder entrar en muchas partes. Y en el próximo curso, en Zaragoza, en Jaca o donde sea, no voy a descuidarme, estaré bien atenta porque no me gustaría repetir jornadas de cocina. Además, con las 1001 conversaciones, entre el lío de gente, el fuet, los pendientes de la loca del polvo, la empanada gallega y la cerveza, me despisté y me fui de la fiesta ¡mierda! sin haber saludado a Enrique Flores.
Con dibujos de Jorge Arranz, Luis Ruiz, Lapin, Josu Maroto, Joaquín, Morty Malriv, Javier de Blas, Rubén y Helena Santolaya. Mucho más en De vuelta con el cuaderno.
Pinta, colorea...