EL MAR, CASA DE HUÉSPEDES
Por Alicia Lázuli
Damián nos ha pedido que, como ejercicio para exponer en el taller de literatura, contemos una historia relacionada con el mar. Tengo los pies fríos y con los pies fríos no puedo escribir. No se me ocurre nada. Miro desde la ventana el río y, poco a poco, casi sin darme cuenta, me transporta con él. Desemboco en el Mediterráneo. Embarco en un ferry que me lleva a Palermo. Necesito alejarme del escenario del pesar.
Unos días después de mi llegada a Sicilia, el pesar ha sido desterrado por el sol y como certificado de bienestar mi piel se muestra tostada y brillante como mis ojos, ahora casi verdes. El hombre más apuesto de la playa se acerca hasta mí y, en voz muy baja, pregunta mi nombre. “Alicia”, escribo sobre la arena. “¿Quién eres tú?” -pregunto- y él dibuja un pez. Se aleja caminando de espaldas y yo me dejo caer sobre la arena con los brazos en cruz.
De regreso a la pensión, me detengo a tomar una cerveza. Cuando voy a pagar, el camarero me indica que he sido invitada. No puedo creerlo. Él, el hombre pez, sentado en el rincón más iluminado del bar, me sonríe y se desprende de un imaginario sombrero inclinando ante mí su cabeza. Yo también sonrío y agradezco la invitación. Me dice que le gustaría saber mi número de teléfono y, sin dudar, lo anoto en el margen de la página de anuncios por palabras del diario “Il Giornale di Sicilia” que tiene abierto sobre la mesa.
Apenas me he alejado cincuenta metros cuando suena mi móvil. “Vuoi venire a cena con me?”. Y reconozco su voz, ya cercana. Camino hacia “Il Mare” -así se llama la Casa de Huéspedes donde me alojo- pensando en la ropa que voy a ponerme. La faldita corta no, demasiado descarada para una primera cita. Los pantalones de cremalleras me quedan bien, pero son demasiado ajustados para ir de cena. Lo mejor será la falda amarilla y la camiseta de algodón, que me hace las tetas más gordas.
Nos reunimos en el Mercado. Me dice lo guapa que estoy. Llevo, por fin, el vestido de seda azul. Es cómodo, vaporoso y sugerente. Cenamos en el balcón de un pequeño restaurante. El mundo a nuestros pies.
Acabamos enroscados como enredaderas en la habitación de la Casa de Huéspedes. Su cuerpo huele a yerba fresca, su piel brilla y se desliza por mi cuerpo como la piel de un pez. Ya lo estoy amando.
El río es un espejo y mis pies ya no están fríos.
Él tiene que marcharse. Lo acompaño a la puerta para besar -herramientas de placer- sus dedos. Me dice “amore” y “cara” y “ancora non sono partito e gia' mi manchi”. Me susurra al oído: “Ti chiamo domani”.
Han pasado seis días. Me espera pronto el barco de regreso y él no ha llamado. Yo recorro las calles de Palermo, vuelvo a la misma playa, tomo cerveza mientras leo “Il Giornale di Sicilia”... Voy a volverme loca. Necesito hacer algo.
El camarero me indica cómo llegar. Estoy nerviosa. Sé que va a salir bien. Por fin he descubierto el modo de encontrarlo. Voy caminando. Sección de anuncios. La mujer me pregunta:
-Quante parole?
-Nove.
-Scriva la frase e la consegni allo sportello.
Muy despacio, como si de ello dependiera el éxito de mi búsqueda, escribo en castellano:
SE BUSCA pez desaparecido después de dejar el mar.
La versión de Alicia que acompaña a este post es obra del ilustrador Peter Weevers.
Bellissima...
Renato Carosone - Mambo Italiano.mp3
Adriano Celentano – Che Non Ti Ho Detto Mai.mp3
11 comentarios
Santo -
Miranda -
Besicos desde el Mediterraneo
bárbara -
Gracias por acariciarnos con tu pluma Alicia
Colette -
precioso
Santo -
besugo -
DoRa -
;)
Azzunena -
A -
nascu -
Azzunena -
Casi siempre los peces que más nos gustan resultan los más escurridizos; quizás radica allí su encanto. Y también hay peces que saben nadar contra la corriente, sólo hay que darles el tiempo suficiente.
De todas formas, todos tienen espinas, así que si un pez no te convence del todo, cómetelo con cuidado y después tira la raspa.