LAS PUERTAS DE LA MEMORIA
Por Alicia Lázuli
Querida tía Neus:
Por encargo del Sastre me voy a ocupar de seguir la pista de “Zaragoza Rebelde”, el proyecto del que ya te hablé que intenta rastrear la huella de los movimientos sociales en la ciudad desde 1975.
El jueves se inauguró en el Centro de Historia (ya sabes, el de la Plaza de San Agustín, ese al que fuimos el año pasado cuando estuviste en Zaragoza para ver aquellas fotos de la Brigada Lincoln y que te pareció demasiado limpito) una exposición que seguro que te encantaría. Bueno, aún es posible que puedas verla si vienes antes del 7 de junio. Fue muy emocionante, tía Neus. Cuando subí las escaleras lo primero que vi fue una pintada que decía ¡TRABAJO SÍ, POLICÍA NO!, una pared llenita de carteles y tanta, tanta gente que por un momento olvidé que estaba en un repulidísimo pasillo y creí que se trataba de una concentración callejera. Por si fuera poco, nada más entrar en la sala apareció la policía, porra en mano y culo en caballo, a desalojarnos. No te asustes, tía Neus, que era una proyección de Clemente Calvo con imágenes de la Huelga general de 1994, pero yo –ya me conoces- me vi de pronto en una manifestación contra el Plan Bolonia. Cuando me recuperé del susto, me tropecé con un plano del metro y eso me desorientó porque, claro, despistada sí, pero tanto como para no saber que debajo del suelo de esta romana ciudad sólo hay restos arqueológicos y tuberías… bueno, pues resultó ser un recorrido urbano por diferentes lugares vinculados a las luchas sociales y a la memoria reciente que Gamboa había esquematizado y pintado en la pared, con ayuda de la mano precisa de Sonia Abraín y los pictogramas del Estudio Camaleón. Después de atravesar un laberinto de puertas recuperadas del abandono por Juanan del Campo y jugar al descansillo, me tropecé con la realidad terrible del VIH que Virginia Espá mostraba en un audiovisual. La verdad, tía Neus, es que apenas pude ver un par de imágenes porque, ya me conoces, se me hace un nudo en el estómago y luego me cuesta mucho deshacerlo. Pero tengo que volver con más calma. Hay tantas cosas que mirar y tantas reflexiones en las que detenerse…
Después de ver la otra cara de la Expo, un montón de revistas, octavillas, carteles, documentos que hablaban de feminismo, de insumisión, de solidaridad, de teatro, de censura, de cultura, de libertad… después de ver el proyecto que tanto me gusta de José Luis Cano para injertar especies de otros lugares del planeta en árboles del parque de Oliver -¿no te parece, tía Neus, un precioso poema social?- y ver el arco iris en una esquina de la sala, me encontré con las imágenes impresionantes de Antonio Ceruelo que abren las puertas de la memoria a la desaparecida cárcel de Torrero. No tengo palabras, tía Neus, no tengo palabras…
Cuando me había detenido a mirar la colección de pegatinas de Chorche Paniello (a mí siempre me han parecido muy raras las personas que coleccionan cosas, pero sin ellas se habrían perdido sin duda documentos importantísimos de nuestra historia) y estaba curioseando la máquina con la que Rubén Enciso preparaba “chapas a la carta”, un guarda de seguridad se acercó para recordarnos que la exposición se cerraba en cinco minutos. Me apresuré para poder ver el resto de las cosas, pero no me dio tiempo más que a asomar la cabeza en la sala donde se proyectaba un documental que han realizado Javier Estella, Rebeca López, Emilio Perdices y Charo de la Varga, y a poner los pies en el espacio que recoge las obras de un montón de artistas de los que tendré que hablarte otro día, cuando vuelva a visitar la exposición, porque lo que no había conseguido la policía en el 94 con porras y caballos lo consiguieron los funcionarios del Centro de Historia con sólo unos disparos de luz: desalojarnos en menos que canta un gallo.
Bajé al bar y del ágape que se ofrecía ya no quedaba ni una triste aceituna, así que me acerqué a La Vía Láctea y me puse morada de tortilla de patata, chorizo, longaniza y otras formas de colesterol a la salud del Colectivo Zaragoza Rebelde.
Cuando regresaba a casa, me tropecé con una pared llena de carteles reivindicativos y pensé que si el muro del Centro de Historia se trasladase a la calle, apenas se apreciarían los anacronismos y eso me sobresaltó aún más que cualquiera de las imágenes de la exposición porque significaba que había todavía muchas cosas que transformar y me acordé mucho de ti y no te imaginas cómo hubiera deseado poder hablar contigo en ese momento.
Te escribiré cuando acabe mi visita por la Zaragoza Rebelde. Te echo de menos. Muchos besos.
Alicia.
El fotógrafo Antonio Ceruelo es el autor de una emocionante serie fotográfica sobre la cárcel de Torrero, incluida en la exposición de Zaragoza Rebelde del Centro de Historia.
En el laberinto...
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5 comentarios
Un extraño coleccionista rebelde -
Un extraño coleccionista rebelde -
Un extraño coleccionista rebelde -
ana m. -
Muchos besos!
Sonia -
Un abrazo súper.