Blogia
La caja de los hilos

UNA JORNADA MÁS

UNA JORNADA MÁS

Por Alicia Lázuli

Hoy no ha sido un buen día. Cuando estaba recogiendo mis cosas para salir de la cafetería, Salvador, el sobrino del jefe, se ha desmayado. Se ha golpeado la cabeza contra la banqueta y por un momento hemos pensado que se había quedado seco. Nos ha dado un susto de muerte. Por fortuna, en estas situaciones hay siempre alguien de mente despejada que se ocupa de decir que no pasa nada, que le desabrochen los pantalones, que le suban los pies, que traigan un poco de hielo para evitar la inflamación y, sobre todo, que pidan una ambulancia ¡YA! no tanto para atender al desvanecido como para trasladar el inesperado problema a un lugar donde no perturbe la buena marcha de la jornada.
    La ambulancia tardaba tanto en llegar que hemos decidido meterlo en un taxi y llevarlo directamente a urgencias. Cuando el taxista ha oído decir “a la Casa Grande” y ha visto la palidez del pobre Salvador, que a duras penas podía balbucear “¿qué ha pasado?, ¿adónde me lleváis?”, se ha apresurado a conducirnos al hospital dándole al claxon, no tanto para atender al desvanecido como para trasladar el inesperado problema a un lugar donde no perturbase la buena marcha de la jornada. Pero una vez abandonados en urgencias, la jornada ha empezado a marchar aún peor. El hospital está en obras y puedes confundir a un médico con un albañil. Más que una restauración, parece que el edificio haya sido demolido y que los enfermos sobrevivan entre los escombros. Se me ha ocurrido preguntar en la ventanilla de admisión si nos atenderían con rapidez y una arpía vestida de blanco, después de lanzar una mirada asesina, ha dicho: “Les atenderán cuando les atiendan”. A partir de ese momento todo ha sido una suma de despropósitos que casi acaban con mi paciencia y la de Luis, el amigo de Salvador que a punto ha estado de clavarle las uñas a un médico o enfermero o albañil, que nos ha ninguneado después de tres horas y media haciendo nervios. Afortunadamente todo ha quedado en un susto -la cosa es que habían estado fumando hierba de mejor calidad que la habitual que sumada al tinto peleón con que habían acompañado la croqueta le había producido una lipotimia- y en un chichón de considerable diámetro a pesar del hielo reclamado por el cliente eficaz.

 


Brown no duda en torturar a las jóvenes protagonistas de sus perversas historias.

    Cuando hemos salido de urgencias era tan tarde que ya no me daba tiempo de ir a casa porque hoy comienza un taller al que me he visto obligada a apuntarme y además me había comprometido a recoger las películas que Julia tenía que devolver después de dos días de fiesta de sexo en solitario. Mientras caminaba hacia su casa me he dado cuenta de que desde que pisé La caja de los hilos no he tenido un momento de sosiego. Tuve, para empezar, que escuchar las groserías de Neo y las impertinencias de Coleguita. En mala hora se me ocurrió decir que yo, como él, carecía de pretensiones literarias. “Pues esto no es la consulta del psiquiatra, guapa. Si lo que quieres es hacer terapia, ya puedes ir buscándote otro blog”... Y acabé inscribiéndome en un taller de literatura al que espero llegar a tiempo, porque hoy es mi primer día, es muy tarde y estoy agotada. Desde luego, a Julia la mato cuando la vea. He cogido un taxi para llevar las putas películas. “A Anselmo Clavé”. Hasta ahí, bien. “Pararemos un momento y después iremos hacia el Coso”. No tenía tiempo de coger otro taxi y era además absurdo pagar dos bajadas de bandera. “Aquí está bien” (no me he atrevido a decir: “En la puerta del sex-shop, por favor”). “Un segundo”. He entrado en el sex-shop como si alguien me persiguiese, he devuelto en nombre de mi amiga las películas y me disponía a salir cuando uno de los dependientes me ha mandado esperar hasta comprobar que estaban todas. Una vez hecha la comprobación le ha comunicado a su compañero con un tono de voz que hasta el taxista ha podido escuchar: “¡RECOGIDA LA DE ENREDO EN EL HOSPITAL Y LAS OTRAS DIEZ DE MÉDICOS!”. He estado a punto de vomitar. Con el día que he llevado, si alguien me dice que debo estimularme con una película de médicos, le parto la cara.”¡DILE A TU AMIGA QUE YA HEMOS RECIBIDO LOS VIBRADORES QUE ESPERABA!”. He salido de allí con una evidente sobredosis de adrenalina, como si acabase de atracar un banco. Para colmo, el taxista -que hasta ese momento no había abierto prácticamente la boca- ha comenzado a mostrarse excesivamente simpático y a hablar de lo bueno que tiene conducir un taxi porque se conoce gente interesante. He procurado abstraerme y no escuchar las sandeces que con seguridad no se hubiera atrevido a decir si el pasajero hubiese sido un hombre, entre otras cosas porque seguro que, en ese caso, no le hubiera extrañado esperar en la puerta de un sex-shop.
    Al fin, he conseguido llegar, aunque algo tarde, a mi primera sesión del taller de literatura.
    -Tú debes ser la nueva, ¿no? Siéntate donde quieras. ¿Cómo te llamas?
    -Lázuli. Alicia Lázuli.

Trevor Brown es un artista inglés afincado en Japón cuya obra se dedica a explorar todo tipo de parafilias. Siempre polémico, también tiene una versión de Alicia en el país de las maravillas.

Abre la puerta...

The Doors - Light My Fire.mp3

The Doors - People Are Strange.mp3

The Doors - The End.mp3

5 comentarios

colette -

colette está siempre, aunque no se manifieste. Besos para todos

La caja de los hilos -

Gracias a todos por vuestros comentarios, especialmente a Colette, que hacía tiempo que no se la veía por esta caja.

Mil besos en mil cajas.

Colette -

Donde hay que apuntarse?

Alicia -

Que creo que hay un error, señor Lobo, que soy amiga de Julia, no de Caperucita. Pero si estás muy solo, ya sabes: apúntate al taller de literatura.

Tomás Lobo -

Alicia, me tienes que presentar a tu amiga Julia. Yo también estoy muy solo. Ya sabes, los lobos somos así...