HARAPOFIESTÓN (Y II)
¿Por dónde iba? A sí, Paquito, el peluquero de Cuca, había tratado de darle un bocado a Nacho. “Chica, no te pongas así, con lo guapo que está mi osito sabrosón…”, le respondió cuando el mordisqueado se zafó como pudo de semejante vampiro. Mientras tanto, Cuca observaba con cara de asco las rodajas de chorizo esparcidas por las mesas. “Si al menos fuera foie…”, murmuró. De repente, notó dos manos poderosas agarrando sus nalgas con tanta fuerza que la levantaron dos palmos del suelo. “Aaaaahhhhh…”, gritó Cuca desconcertada. Al girarse, vio a Amadeo con una sonrisa picarona. “¡¡¡Zaaaaassss!!!”, se oyó en la sala. El guantazo fue de tal calibre que se hizo el silencio en la haraponave. Amadeo echó un vistazo a su alrededor y se dio cuenta de que todos le miraban. “No me he podido resistir…”, gruñó mientras se alejaba de allí con las manos en los bolsillos. Después de semejante fracaso, se aproximó a una esquina, justo donde Pedro Bericat se hacía una foto con Asun. Dicen que Amadeo y Pedro estuvieron toda la noche hablando del tiempo, el espacio y la muerte.
En la fiesta no faltó casi nadie. Ernesto, Álex Plasticland, José Vicente, José Luis y Paco Elbarbas acompañaron a Pedro, Raphita y Jesús a la hora de poner la música. Además de Nacho y Virginia, se pasaron por allí Sergio Carabias, más guapo que un pincel, Belén con su irresistible espalda al descubierto, Paola con su bello sombrero, Henar, Stefano y su chaleco “Blancanieves” y la risueña Isabel, la danzarina Celia, Javier y Natalia, nuestro colaborador Pablo Díaz, Manu, Teresa y Manuel, Chon, Ana, Cristina, Raúl con sus calzoncillos ciclistas… Melanie hizo cientos de fotos con la cámara de su novio Carlos, que se abrazaba a Tom sin parar.
Se pudo ver entre el gentío a Paco García Barcos, a Vicky Calavia y a Eva Puyó, a Begoña, a Manu Azcona o a la apasionada Azzunena, que estuvo charlando con Mariángeles. Por allí se dejaron caer Isabel y Elvira, además de Chema Espuña y sus amigos. Ah, y conocimos a Miriam, de Plastik. Tenemos que destacar el coño parlanchín que nos trajo Tomás Gimeno. Hubo algunas ausencias, pero las que más nos apenaron fueron las de Ana María, que esperamos que nos lea desde París o desde Colombia, y las de hermanas Manzana, que no pudieron venir por motivos más que justificados.
La gran estrella de la noche fue Mariángeles, que ganó el premio a la fotogenia. Su perfomance con una barra de pan en la cabeza fue lo más aplaudido, además de su festiva sesión de sadomaso con máscara de cordero, parche pirata, gorra militar y fusta dominante por lo que pudiera pasar. Enamorados nos tuvo.
¿Y Coleguita? Pues estuvo bastante desaparecido toda la noche, pero en un momento dado hizo una de las suyas. Menos mal que estaba Manolo, el okupa de la haraponave, para poner orden. Según me dijo, lo pilló en una sala anexa, donde estaba prohibido el paso, con Josefina Ketamina a cuatro patas. Mientras Coleguita atacaba por la retaguardia, Josefina se metía por la nariz no sé qué polvo blanco que le había traído C. desde UK. En fin, este chico no tiene remedio… Después siguieron retozando por los haraposofás elaborados con la ropa sobrante de la fiesta de primavera.
Y ahora que hablaba de Manolo, ¡menuda montó Manolo! Empujado quizá por los calores que desprendía el acontecimiento, quiso hacer un regalo. Sacó una bolsa con un montón de cajas de condones. Ante semejante obsequio, que nunca viene mal en estos saraos, se decidió repartirlos por las mesas para que cada uno se sirviera a su gusto. Pero, de repente, alguien se dio cuenta. ¡Estaban todos caducados! Unos cuantos, un tanto apurados, se dedicaron a recoger la colección de profilácticos para darles un destino más adecuado. La basura. Por favor, sirva esta crónica para avisar a todo aquel que pillara estas gomas defectuosas para que las deseche. No queremos harapobebés no deseados.
La noche avanzó veloz y se nos fue todo de las manos. El alcohol, los besos, el tiempo... Unos se iban a casa, otros recenaban, otros dormitaban en los sillones... Había quien optó por la lascivia más desorbitada a la vista de todos. A Beatriz, que echaba un sueño en uno de los sofás, intentaron mezclarla en el frenesí pero supo escapar a tiempo. O la pobre Belén, que, además de perder unas prendas que llevaba colgadas al cinturón, se durmió en el autobús al regresar a casa y apareció no sé sabe dónde. El maniquí se quedó con la gorra de Mariángeles y la cesta de la compra. Uno se fue a casa con el tambaleo placentero de la fiesta perfecta. Al despertar, con la haraporresaca a cuestas, me pregunté cómo había sido posible. No supe encontrar una respuesta más o menos fiable porque todo lo que ocurrió fue un pequeño milagro. En lo único que pude pensar todo el día es en el cuándo. ¿Cuándo habrá otra harapofiesta? Esperamos que pronto.
Tomorrow – My White Bicycle.mp3
Ananda Shankar – Charging tiger.mp3
Sly and the family Stone – Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin).mp3
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