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La caja de los hilos

BON VOYAGE

BON VOYAGE

Por El Sastre

Sonia Fides ha respondido a nuestro llamamiento y nos ha enviado un cuento fantástico de viajes y amores. Espero que os guste tanto como a nosotros.

Suena el despertador; las nueve o’clock, que dirían los ingleses, o lo que es lo mismo, ya estoy de vacaciones. Vacaciones de invierno, porque al sacar la pierna derecha de debajo del edredón nórdico, no es calor precisamente lo que le da la bienvenida a mi piel. Es igual, tengo que levantarme, lavarme los dientes, escoger entre vaqueros y chaqueta de esmoquin o pantalón de esmoquin y camiseta blanca custodiada por tirantes grises, no es que vaya a ningún lugar del otro mundo, pero si hay un choque de trenes me gustaría dejar un elegante cadáver. Bueno, primero desayunaré, tengo todo el tiempo del mundo, mi tren no sale hasta el mediodía. No, primero me lavo los dientes.
    Si Miguel estuviera aquí ya estaría refunfuñando y diciendo:
    Cariño, lavarse tanto los dientes es malísimo para el esmalte.
    Afortunadamente no está y por tanto no se enterará nunca del motivo que me lleva a cometer la estupidez de lavarme los dientes, justo antes de desayunar. Detesto tanto tener que dar explicaciones. Sería un follón tener que contarle mi micro affaire con aquel yogurín de mirada beat. ¿Pero quién no accedería a los deseos de un chico de veintipocos con mirada golpeada? Yo desde que conocí a Miguel he sido incapaz.
    Venga Brianda, un esfuercito más y a salir de la cama. Primero un pie, luego otro, luego el cuerpecillo. Definitivamente tengo que dejar de correr tantos kilómetros porque si no al final sólo seré un híbrido entre la señora Obregón y la señora Beckman. ¡Sólo de pensarlo me baja la tensión, qué espanto!

    Bueno niña, a dejar de holgazanear, que a lo tonto a lo tonto llevas una hora perdiendo el tiempo. A la una, a las dos y las tres ¡alejop!
    Vaya carita que tienes esta mañana, prenda, eres un atentado para cualquier espejo. Espero que te sirva de escarmiento y empieces a hacerle caso a ese refrán que dice: "De los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga" y abandones las noches de adulterio, los cócteles con nombres chic. Bueno aunque pensándolo bien, una noche de adulterio y unos cuantos "High society" en cinco años tampoco es para rasgarse las vestiduras. Además no he sido yo el general que ha empezado la guerra.
    Lo peor de todo esto, es que ahora tendré que darme dos o tres manos de cosmética reparadora porque si me subo al tren con esta cara, igual el revisor me toma por Daryl Hannah en "Blade Runner" y a fin de cuentas el pobre hombre no me ha hecho nada. Pero será mejor que antes de la restauración me tome un café doble y haga la cama para ver si me organizo.
    Y ahora qué toca, Brianda. ¡Ah sí! Ahora toca la elección del atuendo. No es tan difícil, el pantalón de esmoquin después de dos horas y media de viaje será un auténtico trapo así que a la caza y captura del vaquero. ¿Camisa Oxford rosa u Oxford azul? Definitivamente, rosa. Y por último la ropa interior. ¿Blanca o negra?


    "Pero mira que eres rarita, guapa. Qué más dará", diría mi madre. Pues da, mamá, da, porque las monjas y tú lleváis más de veinte años inoculándome el virus del ir al infierno si no soy una chica decente y claro a mí desde siempre me ha parecido una indecencia morir llevando unas bragas negras. Ya sabes todo ese rollo del cielo y la pureza, así que haz el favor de salir de mi cabeza para que pueda ir a ponerme el conjunto de ropa interior blanco. Pues listo, ropa interior puesta, camisa Oxford impoluta, con los botones de los cuellos desabrochados, porque aunque mi destino sea un pueblo no tengo ninguna gana de parecer una cateta, y vaquero gris. Me los he comprado pequeños, no cabe nada entre mis vaqueros y yo. Espero por San Judas Tadeo que lleven un poco de elastán porque si no estoy perdida.

    Cierro la maleta, cojo un cartón de Phillis Morris ultraslim, la gafas de sol, el bolso, el teléfono móvil, mi Appel air. Qué montón de cosas para ir a parar a un pueblo. Prometo que el próximo novio que me busque tendrá que ser por lo menos primo hermano de Onassis. Es un auténtico espanto todo lo que acarrea l’amour, al final tendré que hacerle caso a Carmen Posadas y a esa teoría suya que dice: "Que un hombre casi queda fatal en el currículo sentimental de una mujer de éxito".

    A ver, Briandita, ¿no te dejas nada?, no. Buena chica. Así que a emprender el viaje.
    Me siento. A través del hilo musical está sonando "Stories of the street", de Leonard Cohen. Estoy sola en este lugar. Comienza el traqueteo, vamos despacio, acabamos de salir. Poco a poco el movimiento se vuelve más intenso, pero sigue siendo uniforme y lineal. Voy mirando el reloj, estoy impaciente por llegar a mi destino. Son ya las dos y veinticinco de la tarde. Nos hemos detenido. Cinco minutos de adelanto sobre la hora prevista. La próxima vez que viaje lo haré con bragas negras, estoy vivita y coleando. Me levanto, abro el bolso y saco del monedero dos billetes de cien euros. Me arrodillo al lado de la cama y les pido a Nicolae y a Alexandro, los dos inmigrantes rumanos que piden a diario en la puerta de mi oficina, que por favor salgan de debajo de la cama, que su trabajo ha terminado. Les pago, me da pena la cara de cansancio que tienen, llevan dos horas y veinticinco minutos debajo de mi cama agitando sin descanso el somier. No diré que no lo siento y que gracias a Dios, el secreto de mi indefendible conducta no saldrá de estas cuatro paredes, pero pónganse en mi lugar, ellos necesitan el dinero y yo no tengo ninguna culpa de que a mi novio le diera la gana de dejarme la noche previa a nuestro viaje de Semana Santa, ni de que ahora su nueva novia sea la que ocupe mi asiento. Así que cuando leí el correo electrónico que me mandó Miguel para romper, me dije, Brianda, tú no tenías un viaje el diecinueve de marzo a las doce de la mañana, pues a viajar se ha dicho.
    Mientras pienso en todo esto, despido a los muchachos y al cerrar la puerta no puedo olvidarme de esas cuatro fornidas y extranjeras extremidades que me han liberado de tener que escuchar el lunes en la oficina, ese refrán tan poco agradable que dice: “Tras de cornudos, apaleados”.

Andrea Heimer es una joven artista americana fascinada por los caballos, las chicas bonitas y la cultura pop.

Para Sonia...

The Coral - Dreaming Of You.mp3

The Coral - Pass It On.mp3

The Coral - In The Morning.mp3

7 comentarios

Sonia -

El honor es mío, gracias por acoger mis (birria, que si no me regaña Azzunena) relatos. Y ya sabéis, yo soy para vosotros como Bogart para Bacall, si me necesitáis sólo tenéis que silbar.

Un abrazo súper.


Nota: Azzunena, gracias por tus generosísimos sinónimos.

Neo -

El amor es una mierda, co. Menos mal que quedan rumanos (Con la play no te llevas tantos disgustos).

La caja de los hilos -

Sonia: Nos tienes fascinados con tus cuentos y poesías. Es un honor que dejes pasear tu firma por esta caja. Esperamos que repitas pronto.

Un besazo enorme.

azzunena -

Sonia, creo que el adjetivo "birria" no encaja bien con tu relato. Te propongo que lo sustituyas por otro. Por ejemplo: "sugerente", "optimista", "estupendo", "original"...

T. Lobo -

De birria relato, nada de nada. Es un cuento estupendo. Ya estamos esperando que envíes el próximo.

Besos para todos.

Sonia -

Gracias por las canciones y por publicar mi birria relato.

Un abrazo súper

Santo -

Si en el piso de abajo sigue viviendo Nacho, el actor, se habrá quedado impresionado con semejante polvo.

Muchos besos, Sonia. Y bon voyage.