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La caja de los hilos

ESE "NOSEQUÉ"

ESE "NOSEQUÉ" Por C. de la Vega

El pueblo en fiestas tiene un nosequé que engancha. Andorra (Teruel), ocho de septiembre a las ocho y ocho de la tarde. Me preparo para sumergirme en cerveza. Primera peña: Zamarrazo. Enciendo un canuto de marihuana para marcar el territorio. Cervecita. “¿Quién será éste?”, se preguntan unos. Los demás me miran. Y es que el pueblo, así en fiestas, tiene un nosequé que atrapa. Media hora más tarde estaba cortando costo en la barra. Lo vendí todo y además tuve que sacar dos pastillas de caldo Gallina Blanca que siempre llevo por si acaso. En esto saltó un listo: “¡Pero si huele a Avecrem!”. “No tienes ni puta idea. ¿Has estado en Chauen?”, le respondí. Él negó con la cabeza. “Pues entonces no hables. Este polen viene de allí. Doble cero, enterao”, zanjé. El coleguita se marchó. Y es que son buena gente aquí, tienen un nosequé... No tardé en hacerme popular “¡Coleguita! Ven que te presento a unas pibitas”, gritaba uno. Y birra gratis. Segunda peña: La Modorra. Birra. Peña el Impelte. Cóctel. Peña Estrucazo. Más birra, locura, casi sexo. Ese nosequé que tiene el pueblo. Peña Boira y nosecuántas más... Seis de la mañana: vaquillas. Y ahí estaba yo esquivando los embistes del animalito al grito de eeeeeehhh... ¡Va! ¡Coleguita! Eeehhhh.... ¡Va! Y de repente la vaca viene hacia mí como una flecha y yo corro como nunca, y se acerca, y yo aprieto. Casi me alcanza pero consigo llegar a las tablas y salto. Ufff, por poco. La cosa no se acababa allí para mi desgracia. De frente, nariz con nariz, tenía al del Avecrem con cara de pocos amigos. “¿Qué tal coleguita?”, le digo con tono diplomático. Y sin mediar palabra me metió una hostia, y otra y otra. Entonces vi la estrella, la cruz que llevaba en el puño y me destrozaba la cara. A la gente le parecía estar asistiendo a una obra de teatro, acompañaba con olés cada patadita, cada puñetazo que esa mala bestia me daba. El reparto de la función quedó claro desde el principio: él una máquina de meter y yo un saco de encajar. Ya en la arena, se creció con los vítores del respetable y empezó a innovar. Rodilla, empeine, codo y siete en la jeta con la puta cruz. Punta-tacón-punta, como si estuviera bailando una jota... El cabrón se gustaba. En uno de sus brotes de creatividad me dislocó el hombro. Y es que el pueblo también tiene un nosequé que duele.

El puño ha salido de la cámara de York Christoph Riccius, un fotógrafo publicitario que siempre le da un toque especial a sus fotos.

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Dinamita pa los pollos - Nos vemos en el infierno.mp3

Tequila - Salta.mp3

2 comentarios

guizmo -

Antes de llegar al desenlace ya estaba yo pensando desde el comienzo que lo de pasar evecrem por costo en unas fiestas de pueblo tenía más peligro que la lechuga de Chernobil. No te lo tomes a mal pero macho, un poco se puede decir que te lo habías buscado ¿no?