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La caja de los hilos

Bajada de bandera

LA ÚLTIMA BALA

Por Amadeo Martillo

1/11/2010. A veces miro entre las rejas y creo ver a los transeúntes acercando las manos al fuego, buscando con la mirada un fósforo que vuelva a encender la llama cuando esta se apaga. Pero esto solo ocurre a veces. En lugar de mirar a la calle, prefiero centrarme en los barrotes, en las vetas serpenteantes del metal, como lágrimas violetas abrazadas por la niebla. En ocasiones intuyo puntos blancos en el hierro, como rastros de tiza, pero después cierro los ojos y ya no las veo. Puede que sean una ilusión fruto de la persistencia. O simples alucinaciones derivadas de los mordiscos de las cucarachas.

14/12/2010. Anoche no pude dormir. Eso no es extraño porque en la cárcel todo es vigilia. Dicen que en prisión no hay sitio para los sueños, solo para las mentiras elaboradas, que se enzarzan entre el humo del tabaco y el olor a hombre. Pero a mí me da igual. Yo no necesito soñar.

 15/12/2010. ¿Por qué estoy en la cárcel? Aunque estuviera muerto, dejé mil cadáveres en las cunetas. Todos tenían una sonrisa gris, los muy cabrones.

26/12/2010. Enciendo un cigarrillo y espero. Solo puedo esperar. Esperar a que el ciempiés se aproxime a mi bota para morir. La hora en que encenderán las luces. La próxima remesa de tabaco. El día. La noche. La lluvia. El viento. La muerte.

27/12/2010. ¿Ya estoy muerto?

31/12/2010. El hijoputa que inventó la cárcel debería probar esta jodida ginebra.

3/01/2011 Hoy han venido los transeúntes otra vez. Hace frío, pero se puede aguantar. A veces creo ver a unos niños que les tiran piedras, y les abren la cabeza, y les sacan las tripas, y devoran sus vísceras. Serán imaginaciones mías.

4/01/2011. Me acuerdo de Carol, de su olor, del abrazo de sus pechos, de sus rizos, de sus párpados, de las noches de ginebra y neón. Maldita puta. Más te valía haberme metido una bala en la frente en lugar de arrimar las manos al fuego. Como los transeúntes. Pero ven de todas formas.

11/01/2011. Hace días que no escucho nada. Me estoy quedando sordo. Mejor.

20/01/2011. Creo que ya estoy muerto. No, todavía no.

Nota de los tres carretes sin hilo: Amadeo Martillo fue encontrado muerto el viernes pasado, ahorcado, en su celda de la cárcel de Zuera. El texto que acompaña a estas líneas ha sido recuperado de un cuaderno titulado "La última bala", que él había empezado a escribir recientemente. Descanse en paz.

Manuel Vason es un polifacético artista italiano que convierte el cuerpo en laboratorio de permanente experimentación.

Ven de todas formas...

Tom Waits - It`s Over.mp3

Tom Waits - Bad Liver and a Broken Heart (In Lowell).mp3

Tom Waits - Invitation To The Blues

LES DIRÉ

 

Por Amadeo Martillo

El volante de piel de tigre se agarra a las manos y no las quiere soltar. Los policías no tardarán en llegar y entre luces parpadeantes me dirán que salga del coche y me preguntarán quién soy y qué hago aquí. Les diré que soy Amadeo Martillo, hombre, taxista, casado, viejo, calvo, borracho, loco, triste, solo. Les diré que soy un hijo de la gran puta. Y me preguntarán qué ha pasado. Y les diré que noté la navaja en el cuello, una gota de sangre, las sienes sudadas, los párpados rojos, el palpitar de la nuca, el dolor en la tripa. Les diré que gritó, que le di la caja, que le miré despacio, que respiré hondo, que no dije nada, que el sol hacía horas que se había marchado y que la noche dio un paso atrás, que los aviones parecían estrellas azules y que no veía bien. Les diré que salió corriendo hacia la parca, que yo cogí la pistola de la guantera, que me dolían las piernas, que se me había acabado la ginebra y que hacía tres días que no dormía. Les diré que echaba de menos a Carol. Les diré que cayó muy rápido, que su cabeza estalló en la acera, que la sangre era negra, que las monedas bailaron sobre los adoquines, pero no sonaron, y que cerca estaba la tierra y las hojas. Les diré que no lo siento. Les daré el arma, escupiré en el suelo, les acercaré las muñecas, me colocarán las esposas y escupiré otra vez.

El tintineo de las luces de la policía se balancea sobre mis pupilas. A lo lejos suenan las ambulancias. Pido permiso para fumar mientras fantaseo con el tacto de las rejas. El taxi se queda solo, con las puertas abiertas. Empieza a llover.

Nota de los tres carretes sin hilo: Amadeo Martillo permanece en la cárcel de Zuera a la espera de juicio. El fiscal solicita 12 años de prisión para él.

Herr Buchta repite en La Caja de los hilos. Este fotógrafo alemán fascinado por el sexo, el dolor y la muerte parece el hermano pequeño de Amadeo.

Dicen...

Massive Attack - Pray For Rain.mp3

Massive Attack - Paradise Circus.mp3

LA LUZ ENCENDIDA

Por Amadeo Martillo

Me duelen los ojos y no sé por qué. Quizá sea el sudor, que siempre se me cuela entre los párpados. O el temor a seguir mirando. Hace calor o a mí me lo parece. Me levanto, desnudo, pesado, rebuscando en el estómago por si aparece alguna explicación. "¿Te vas ya?", dice Carol. No contesto. A través de la ventana, las luces de neón retiñen a ciegas sobre al angosto pasillo que deja la luz de la autopista. Busco la ginebra y me hecho un trago. Enciendo un cigarrillo y pienso en quién tendrá la culpa. En el bidé, las bragas de Carol se empapan de aburrimiento. En el suelo hay unas flores. Los coches sueltan un relámpago mientras trato de encontrar un atajo. Pero no hay atajos en la frontera del taxi, solo sudor en los ojos y un poco de ginebra caliente. "¿Te acuerdas del día en que nos conocimos?". Ya no pienso en los días, sino en el tic tac de la cuenta atrás. Suena la música. Son trompetas, guitarras y las voces desdibujadas del último borracho del club. "¿Te pasa algo?". Me pongo los calzoncillos en silencio. La camisa. Los pantalones. Los zapatos. Enciendo otro cigarrillo mientras observo a Carol, con sus pechos recogidos en un abrazo, con una nube en los ojos, mirando al techo. Dejo cien euros en la mesilla y me voy hacia la puerta. "¿Te vas ya?". Salgo del cuarto acompañado por un suave olor a pensamiento. La luz de las escaleras está apagada. Busco el primer peldaño con la punta del pie. Carol abre la puerta. "Enciéndete la luz", susurra mientras aprieta con desdén el interruptor.

Pilo Pichler es un fotógrafo austriaco con un curioso sentido de la velocidad, la sensualidad y el deseo. Y de la tristeza, también.

Amor...

Love - Alone Again Or.mp3

Calexico - Alone Again Or.mp3

EL SOL

Por Amadeo Martillo

Una gota de sudor se desliza por mi sien y pienso en la muerte como un refugio helado lejos este infierno. El sol se alza amenazador sobre las torres de oficinas tostadas por la canícula. Creo que veo lagartos sobre el capó, recorriendo el volante, levantando el polvo del parabrisas, sacando la lengua abruptamente ante mi aliento desfallecido. Anoche no pude dormir, empapado, transpirando, revolcándome entre las sábanas buscando un escupitajo de frío lejos del culo de la Gorda, de sus muslos hinchados y torpes. Quizá sea la falta de sueño. El coche es un horno con olor a tabaco. En la calle no hay nadie, todos escapan del vapor que exuda el asfalto blando y pringoso por la violenta ascensión del mercurio. Maldito calor, maldita ciudad. Maldito mercurio. Agosto cada año es más cabrón y yo sigo aquí, atrapado entre los tubos del radiador, con la boca seca, pastosa, blanca, torpe. Arranco el taxi, bajo la ventanilla y me dirijo a la autopista viscosa. Si cojo velocidad quizá se aplaque el bochorno que me azota por dentro. Pero no es así. Una columna de viento árido me abrasa la frente, los ojos, el pecho, mientras mi antebrazo izquierdo empieza a crepitar, a tostarse bajo la maquiavélica radiación que escupe Satán. Me detengo en un descampado. Hay un olivo muerto, neumáticos quemados, un columpio viejo y una choza abandonada. Al lado hay una fuente seca, dibujada en amarillo. El río está lejos. Creo que estoy caminando en un charco polvoriento de serpientes de cascabel. Ese sonido no me deja pensar. Saco la pistola y le pego un tiro al sol. Dos. Tres. Vacío el cargador mientras las piedras se parten ante los mordiscos de la temperatura. La calima me ciega y pequeñas nubes de arena acompañan los golpes de mis botas. Echo un trago de ginebra caliente y me enciendo un cigarrillo. Miro al sol y su cara de hijoputa. Que te jodan.

Herr Buchta es un fotógrafo alemán con un gusto siniestro. La religión, la muerte, el sexo y el dolor adquieren sus formas más oscuras ante el objetivo de este artista, que de vez en cuando deja escapar su agresivo sentido del humor.

Qué calor...

Yeah Yeah Yeahs - Gold Lion.mp3

Yeah Yeah Yeahs - Cold Light.mp3

Yeah Yeah Yeahs - Phenomena.mp3

MI CIUDAD

Por Amadeo Martillo

Puede que sean los efectos de la reflexión de la luz o la ginebra, pero en la entrada del callejón de las Once Esquinas hay dos hombres que se masturban junto a la farola mientras olisquean los coños de las hembras que pasan a su lado. Me miran. Visten zapatos de tacón y correajes de cuero, embridados, desnudos, mordisquean el bocado cuando sus pequeñas pollas se estremecen al escupir su veneno. Se dejan abrazar por la lluvia, que repiquetea sobre el parabrisas. “Quiero ser tu perro…”, dicen antes de ponerse a ladrar. Solo los gatos, que relamen la acera antes de que nadie se dé cuenta, les prestan atención. Cerca de allí, delante de una tienda de comestibles, tres gordas se sientan junto a la puerta y abren sus piernas para enseñar unos coños llenos de carne y pelo. Sacan la lengua a las amas de casa y se amasan las tetas. Se mean encima al correrse. “Come, come…”, dicen cuando se paran ante ellas unos ejecutivos con su cajita de shusi para observar la carta de los helados.
    Me enciendo un cigarrillo y trato de pensar en otra cosa. Me está ocurriendo otra vez.
    En la parada del autobús, dos jueces se levantan la toga y se abren el culo ante unos críos, que les follan torpemente por diez euros. A su alrededor, cientos de personas se aprietan para subir cuanto antes al 35, sin detenerse a observar la escena. Tampoco se fijan en las farolas, de donde cuelgan seis mujeres desnudas, que se balancean mientras la soga les raja el cuello. En las aceras, junto a la basura de los restaurantes, no es difícil ver los cadáveres apilados. Pero nadie se para y avisa a la morgue. En ocasiones, se escucha un disparo mientras corren los antidisturbios. Pero nunca he visto a alguien preguntándose de dónde viene el tiro.
    Aminoro la velocidad. Cuatro policías con las porras en la mano golpean a un grupo de tullidos que piden limosna junto a la iglesia. Algunos mueren con el primer palo. Otros prefieren chupársela al madero y pedir unas monedas. O un poco de tiempo para escapar.
No muy lejos de allí, en las puertas de Club Bulc, los tubos fluorescentes apenas disimulan las manchas de sangre de la entrada. Un tarado se mete los dedos en la boca y escupe un líquido viscoso y blanco. Grita. Los guardas de seguridad le dan una patada en la cara y le dicen que se marche. Recoge sus dientes del suelo y se tambalea hacia un callejón. Allí, las putas se ríen a carcajadas del pobre diablo, pero él, con la polla en la mano, les pide una paja. Una le responde sacándose la polla. También quiere una paja. Se empiezan a tocar. Nadie les hace caso, ni siquiera la anciana que se agacha a recoger una moneda entre los charcos de semen.
    Paro a la altura del Vips, en el semáforo, y me echo un trago con los codos apoyados en el volante. Ha dejado de llover. Creo que ya se me está pasando. Unos adolescentes se arremolinan junto a una fuente y juguetean con el agua. Un anciano compra unas flores, quizá para su esposa, y el aire se inflama con un suave perfume a orquídeas. Empiezo a respirar mejor.
    Justo cuando me dispongo a arrancar, un hombre entra en el taxi, sin avisar. Empiezo a conducir sin saber el destino. Antes de preguntar nada, escucho junto a la nuca: “Quiero ser tu perro”, me susurra. Con el taxi en marcha, todo vuelve a ser real. Creo que volverá a llover.

David Foldvari es un ilustrador que, con técnicas próximas al grafiti y al cómic, recrea ambientes urbanos realmente emocionantes.

Parémonos a reflexionar...

Muse - Assassin.mp3

Muse - Stockholm Syndrome.mp3

Muse - Apocalypse Please.mp3

MI PENITENCIA

MI PENITENCIA

Por Amadeo Martillo

El hombre ha pisado La Luna, ha combatido la enfermedad con tecnología láser, ha logrado que los flujos de información recorran el mundo en cuestión de milésimas de segundo, pero aquí, en Zaragoza, pese a los avances de la ciencia, soy incapaz de sortear una maldita procesión. Da igual lo que haga. En cuanto me atrevo a arrancar el coche para transportar a los cuatro o cinco desgraciados que prefieren esconderse en sus madrigueras en estos días de pasión, el azar empieza a desenfundar su espada para empujarme a una trampa infranqueable. Como un Sísifo calvo y amargado, todos los años acabo en el mismo punto, atrapado entre cofrades y feligreses, condenado a arrastrar la pesada roca de frustración que acompaña a los pasos y las trompetas. Esta vez estoy parado en la calle San Braulio, con esa extraña sensación que te agarra las tripas cuando ves de cerca la muerte. No me puedo mover en ninguna dirección. Cientos de fanáticos, quizá miles, me rodean por todas partes, manosean el capó del taxi, me miran con desdén, como si descubrieran mi ateísmo y mi mala sangre a través del parabrisas. Siento el peligro, así que palpo la pistola por si acaso. Por Espoz y Mina se balancea un Cristo retorcido y ensangrentado, atado a una columna, rodeado de penitentes encapirotados y temibles. Tengo miedo. Quiero huir, pero no es posible. Desenfundo la pistola por si acaso. Entonces tengo un extraño arrebato místico y pienso en Dios. Recuerdo mi infancia, cuando cantaba en el coro de la capilla del colegio, la catequesis con los jesuitas, los rezos antes de dormir, el amor fraterno, la caridad cristiana... Eran tiempos de fe y esperanza. Siento que Jesucristo me mira, como quien observa a la oveja descarriada que reclama una nueva oportunidad, al hijo desorientado entre la multitud que busca desesperado la mano del padre. Cuando creo que se va a apiadar de mí y va a obrar el milagro que me permitirá escapar de la marabunta, levanta el dedo corazón y con una carcajada malévola me dice: “Jódete”. En la calle, continúa la procesión. Es mi penitencia.

JAM Montoya es un controvertido fotógrafo extremeño que fue objeto de furibundos ataques por su irreverente colección Sanctorum, en la que mezcla los símbolos más reconocibles de la iconografía religiosa con motivos sexuales. Al margen de polémicas, merece la pena echar un vistazo a su obra. Es diferente. La imagen que ilustra este post se titula "Corazón ardiente".

Un poco de pasión...

Madonna - Like A Prayer.mp3

Sinead O'Connor - Nothing Compares To You.mp3

SAN VALENTÍN

SAN VALENTÍN

Por Amadeo Martillo

Era gordita y fea. Se subió al taxi cargada con un inmenso ramo de rosas rojas y hablando atropelladamente a través del móvil. “Pues chica, que es un imbécil, que no da una. No sabes lo que me hizo el otro día, parece que está en la inopia…”, gritaba. En cuanto sentó su enorme culo en mi asiento trasero me puso el coche perdido de hojas y pétalos. Todo olía a flores. Me tuve que encender un cigarro. “A Independencia y rápido, que voy con prisa”, exigió. Arranqué el taxi despacio con la duda de si hoy sería un buen día para cometer un crimen. Seguía hablando sin parar y poniendo a caldo a alguien, supongo que a su novio. También supuse que el ramo se lo había regalado él, que le habría dicho que la quería mucho y que le gustaría estar siempre con ella. Seguro que se casan en mayo y se van de viaje de novios a la República Dominicana. Después ella volverá con la piel quemada y embarazada de dos meses. Tendrán un hijo, dos, quizá tres. Vivirán en un piso de segunda mano pequeño y oscuro. Ella seguirá engordando y él también. Se quedará calvo y solo se divertirá los fines de semana con las putas y el fútbol. Pasados los 50, se mirarán a la cara y tendrán ganas de estar muertos. Posiblemente, él la abandonará por una prostituta colombiana mientras que ella se irá a los reality shows de la televisión a contar su desgracia. O, mejor, quizá ella lo envenenará con dioxina y después se arrojará al patio interior. Ese sería un bonito final.
    Aparqué el coche junto a la Librería General. “Son ocho euros”, dije mientras miraba el asqueroso ramo de flores. “¿A que huelen bien?”, preguntó. “Me las ha regalado mi novio por San Valentín, ¿sabe? Es que nos casamos en mayo y nos vamos a la República Dominicana…”. Recogí los ocho euros y le deseé suerte. Se fue dando un portazo. El taxi aún olía a rosas.

Carli Hermes es un fotógrafo especializado en publicidad y moda que ha trabajado para las más importantes marcas comerciales.

Un poco de amor...

B-52's - Love Shack.mp3

Elvis Presley - Love me tender.mp3

Joy Division – Love Will Tear Us Apart.mp3

CUENTO DE NAVIDAD

CUENTO DE NAVIDAD

Por Amadeo Martillo

Tengo 32 llamadas perdidas en el móvil, pero no lo pienso coger. Es la Gorda. Supongo que querrá saber por qué no he ido a casa ni en Nochebuena ni en Navidad. Estoy en el aparcamiento del D’Ángelos, sentado en el taxi y con la Mágnum en la mano, dudando entre pegarme un tiro o entrar en un centro comercial y abrir fuego contra todos los gilipollas que digan felices fiestas. Al final, supongo que dejaré el arma en la guantera. Como siempre. Me enciendo un cigarrillo. En la puerta del burdel, alguien me mira y me sonríe. Bajo su abrigo de leopardo se descubren de vez en cuando unas tetas grandes y abruptas. Vuelve a sonar el móvil. 33 llamadas. Es la Gorda otra vez. Supongo que a estas horas la Policía ya me estará buscando. Pensarán que he tenido un accidente y que estoy vomitando sangre en alguna cuneta con el volante cruzado en la cara. O que estoy muerto. Eso sí que sería un motivo para brindar. El taxi está caliente, pero yo tengo frío. La puta me sigue observando. Fuma despacio y se rasca el culo mientras taconea por la entrada del local. Es Carol. Alguna vez hemos follado en el coche a cambio de una carrera y un poco de cariño. Me gusta. Es guapa, pero en los ojos se le agolpan los años y la mala suerte. Mientras busco entre la niebla las nubes negras del atardecer, Carol empieza a caminar hacia mí, dejando tras de sí huellas de grava y jaleo. Abre la puerta del taxi y me da un beso en la boca. Me coge las manos y se las lleva al coño. Me dice guapo. Me pide amor. Cierro los ojos y de repente noto una caricia de alivio en la nuca. La Navidad se esfuma por un instante. El móvil hace ya un rato que se ha quedado sin batería.

Azsacra Zarathustra es un poeta y filósofo esotérico ruso con un amplio e interesante trabajo fotográfico y videográfico. Conocido como el maestro de la muerte, algunas de sus fuentes de inspiración son Nietzsche, el teatro de la crueldad y el body art. La violencia, el dolor, un profundo nihilismo y ritos iniciáticos de lo más sádico son los motores con los que la obra de Azsacra se dirige el corazón del mismísimo infierno. No es para todos los públicos.

Feliz Navidad...

Antony and the Johnsons – Hope There’s Someone.mp3.

Antony and the Johnsons – Cripple And The Starfish.m3.

Antony and the Johnsons (con Rufus Wainwright)– What Can I Do?.mp3

PESADILLA DIURNA

PESADILLA DIURNA

Por Amadeo Martillo

A mí no me gusta trabajar de día. Solo cojo el taxi a primera hora cuando no hay quien aguante a la Gorda en casa. Y no sé qué es peor. Si resistir las gilipolleces de mi mujer o a la clientela diurna: los picapleitos espigados que piensan que les timas al evitar las calles en obras, las estudiantes pijas que llegan tarde al instituto, las amas de casa que te llenan el coche de olor a pescado y sobaco… En fin. Pero si hay algo que me toca los huevos son los putos críos. De día hay críos. Y yo odio a los críos. Ayer, al mediodía: “Por favor, acelere, que no llegamos al médico. Y apague el cigarrillo, que está prohibido. No ve que la niña está llorando…”, me dijo una bruja de nariz apepinada, pestañas postizas y pestazo a laca. Apreté las manos en el volante para no hacer una locura. Los gritos de aquella criatura infernal rebotaban en el chasis y me hundían el cráneo hacia la garganta. Fantaseé: “¿Si le metiera una Mágnum del 44 en la boca seguiría llorando?”. Al llegar al centro de salud, la bruja pagó la carrera y se bajó del taxi. La borde de la niña dejó de gemir. Me miró con una sonrisa torcida. Menuda hijaputa.
    Creo que ya he dicho que a mí no me gusta trabajar de día. El sol solo vale para calentar la cerveza. Entre tinieblas, no sirve el maquillaje. Las caras se difuminan en las sombras, mientras la tristeza se mete un chupito de whisky en el bar de la esquina, ese que tiene una camarera desnuda que te susurra canciones de amor al oído. Las calles son una película muda quemada por el frío y las botellas rotas siempre marcan el camino de vuelta a casa. Nadie habla si no tiene que hacerlo. La muerte solo llega si te la buscas. Pero esto no es lo mejor: cuando cae la noche, los jodidos críos están durmiendo. Y yo no.

El artista que ilustra este artículo es Jill Greenberg, que tiene un don para hacer llorar a los niños. Angelitos...

Una vieja canción...

The Beatles - Here comes the sun.mp3

Nina Simone - Here comes the sun.mp3

Sarah Bettens - Here comes the sun.mp3

DOS MESES

DOS MESES

Por Amadeo Martillo

Ya era hora. Pasó el verano, la playa, las fiestas... Ahora tenemos dos meses de tregua hasta que nos empiecen a tocar los huevos con la maldita Navidad. Serán dos meses de aburrimiento y ternura, con esa rutina en la que nadie mira a nadie, en la que casi todos guardan silencio y se entretienen exclusivamente observando el taxímetro, impenitente, hipnótico, que obsequia números de dos en dos hasta llegar a casa. Serán dos meses en que la Gorda no querrá que la lleve a Salou, ni a pasear por las ferias, ni a ver a su prima Martina, la del pueblo, esa borde que lo único que ha hecho en su vida es revolver en la mierda y en la mala conciencia. Hijaputa. Serán dos meses que poco a poco irán recogiendo frío y envolviendo al personal en gorros, abrigos y bufandas, de esos que no dejan ver la mirada, de los que aplacan el bullicio, de los que esconden vidas cascadas, insignificantes e incluso inoportunas. La gente llevará la nariz roja, goteando mocos, y no dirá nada, porque no habrá nada que ver, nada que contar. Sólo hola, adiós, hasta luego, gracias, me voy, no me esperes despierta. El que suba al taxi aguardará a llegar al destino anunciado, a que le meta una clavada y a cerrar la puerta con la esperanza de no verme más. Que nadie me hable estos dos meses, que nadie me hable. Serán dos meses adormecidos, arrugados, de carajillo y manzanilla, de frenadol y alpargatas, de hojas muertas, de bellas mujeres tristes junto a la farola parpadeante, de horas bajas, de cansancio y derrota, de coger el coche y conducir sin rumbo, encerrado en la noche, mirando al cielo negro, sin parar por el primer gilipollas que te levante la mano. Serán dos meses en los que sólo tendré que dejar en la cocina la caja con la recaudación de la jornada para que la Gorda y las crías me regalen su indiferencia. Por fin. Es lo que estaba buscando. La indiferencia. Estos dos meses son bendita indiferencia. No quedan fuerzas para más. Ya llegará la Navidad, que interrumpirá ese suave descenso a lo invisible. Ya llegará...

Philip-Lorca diCorcia es un auténtico maestro de la luz. La serie La Bella Isabelle es un buen ejemplo (Vía Numerof).

A Amadeo seguro que le gustaría escuchar hoy a Nick Cave.

Nick Cave – Do You Love Me.mp3

Nick Cave – Nobody’s Baby Now.mp3

Nick Cave - Into My Arms.mp3

Nick Cave - People Ain't No Good.mp3

SI BUSH FUERA EL ALCALDE

SI BUSH FUERA EL ALCALDE

Por Amadeo Martillo

Si Bush fuera alcalde de Zaragoza, otro gallo nos cantaría. No se cantearía ni Dios. Si Bush fuera alcalde de Zaragoza, no subiría en el taxi el típico ejecutivo tonto del haba que te dice “rapidito, que tengo prisa y lléveme por el Coso que se llega antes”. Ni la señorona soplapollas que te pide que apagues el cigarro “porque el niño tiene asma y además está prohibido”. Ya no entrarían, porque llevaríamos un revólver en el cinturón para cargarnos a todos los gilipollas de esta jodida ciudad. Si Bush fuera alcalde de Zaragoza, no habría Expo, porque Ranillas sería un campo petrolífero, ni la gente se encabronaría por la navegabilidad de río ni por el rebaje del puente de Piedra. Vendería el Ebro a una multinacional de algún amiguete de su familia y punto. Y trasladaría la base de Guantánamo a la plaza de España para meter a los agricultores de Ranillas que se negaron a dejarle sus tierras a cambio de nada. Si Bush fuera alcalde de Zaragoza, no habría niños, porque los enviaría a Suiza a un internado, ni parques, porque no valen para nada, ni bares, porque quitan tiempo para ir a la iglesia. Ni se cortaría Independencia por la Feria del Libro, porque estaría prohibido leer. Si Bush fuera alcalde de Zaragoza, habría una silla eléctrica en la plaza del Justicia para cepillarse a moros, mendigos y gitanos. No habría top manta, ni rastro, ni rumanos sin piernas pidiendo en las puertas de la iglesia de San Gil. Las ejecuciones estarían patrocinadas por la Coca-Cola y por la General Motors. Tampoco habría maricones, porque aprobaría una ordenanza municipal contra la sodomía, el amor y la alegría. También los llevaría a la plaza del Justicia, para amenizar los días de fiesta. Si Bush fuera alcalde de Zaragoza, no habría hijos de puta. Ni siquiera yo. Él sería el único hijo de puta.

Jonathan Yeo provocó una gran polémica con esta obra. Se trata de un collage de imágenes pornográficas que componen el rostro de George W. Bush.

Un poco de esa música que no le gusta a George...

Green Day – American Idiot.mp3

Eminem – MOSH.mp3

Bad Religión – American Jesus.mp3

SÓLO QUEDAN DIEZ DÍAS

SÓLO QUEDAN DIEZ DÍAS

Por Amadeo Martillo

Me pido un coñac y me pongo un ducados en la boca dando un suspiro. Sí, ya sé que tomarse un coñac a media mañana no es muy propio en un chiringuito de Salou, pero no puedo más. Ayer acabé a las cuatro de la mañana llevando a dos putas al Madrazo y a las siete ya estaba la Gorda tocando los cojones. “Amadeo, date prisa, a ver si llegamos antes de las 11, que luego no queda playa”. Era como un mal sueño. Playa, playa… Calor, sudor, sal, niños… Miles de gordas con sus bañadores de gordas, de ésos que no dejan ver la arena y que convierten la costa en una lona estampada de fucsias, sombrillas, bultos y horrores. Siempre hay alguna, francesa, belga o de donde hostias sea, que se despelota y nos echa a la cara sus carnes requemadas, informes y viejas. Eso es la playa. Y mis hijas jodiendo. Eso también es la playa. Las tres con las tetas al aire, como tres golfas, tostándose durante horas, inmóviles, mudas, ciegas. Y no digas nada. No digo nada. Sólo me cago en mi puta vida. Me pasa un crío corriendo y chillando y me dispara con su pistola de agua. Cierro los ojos. Aprieto las manos. Le doy un sorbo al coñac y observo a una sueca que se pavonea con un tanga amarillo. Amarillo, amarillo… Mierda, justo ahora viene la Gorda. “¿No te bañas, Amadeo?”. Ni la miro. “Acuérdate de encargar la paella, que luego pasa lo que pasa… Que está todo a tope”, me ruega. Paella, paella… Sólo quedan diez días para volver al taxi. Enciendo otro cigarrillo. Pido otro coñac. Sólo quedan diez días...

La playa siempre tiene algo especial si la fotografía la canadiense afincada en Nueva York Naomi Harris. Es puro American way of life (vía Sex in Art).

Vamos a surfear con los chicos de la playa...

The Beach Boys – California Dreamin’.mp3

The Beach Boys – Good Vibrations.mp3

The Beach Boys – California Girls.mp3

The Beach Boys – Surfin’ USA.mp3